No penséis que he venido para traer paz al mundo; no he venido para traer paz, sino espada.
Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.
El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;
y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá.
Y a cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
Mt.10.34.42
Cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón nos oponemos al mundo, y a todo lo que el mundo propone; pero como hemos vivido siempre bajo las leyes del mundo le es difícil al mundo soltarnos, esta es la batalla, la espada que trae Jesús para libertarnos.
Los más cercanos a nosotros son los afectos más apegados que lucharán creyendo que por nuestro bien y con miedo a perdernos ya que no están en la luz de Cristo, los que tironean para que abandonemos el camino, son de ellos de los que más debemos cuidarnos, por esto Jesús nos advierte que debemos abandonar esta mala manera de amarnos, esta manera mundana y posesiva que no nos deja ver el verdadero amor. Cuando rompemos con nuestro antiguo hombre para convertirnos en servidores de Jesús empezamos a ver cual es el verdadero amor, y el abandono no es tal como lo conocemos, es mas bien abandonar esa manera errónea de amar para abrir nuestro corazón a un amor verdadero que nos ayuda a relacionarnos con nuestros seres queridos de manera libre y verdadera.
Amar a Dios y a Jesús por sobre todas las cosas nos enseña a ser seres de luz y amar a nuestro prójimo con verdadero amor dejando de lado las concepciones absurdas que nos enseñaron, las posesiones, las envidias y denando de ponernos por sobre todo para servir al amor con verdadero apego y hechos que construyan y ayuden a esos seres queridos, aunque ellos se muestren contrariados por nuestro cambio. Orar para que ese cambio también se efectúe en ellos y acercarlos a la luz de Cristo es lo mejor que uno puede hacer.
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